Una cena con el Diablo
"Nunca escuchamos la versión de la historia del diablo porque solo Dios escribió el libro" Anatole France.
Diario Personal.
Página 99
Cambridge.
Inglaterra. 18 de julio de 1901.
Se supone cenar con un ente del mal, una representación de la maldad y de la oscuridad que rige nuestra tierra, el responsable de muchas de nuestras desgracias y el eterno seductor que busca hacerse de nuestras almas por mero capricho de auto-endiosarse no es buena idea. Pero quienes me conocen saben que nunca privó en mi el sentido común.
No diré cómo contacté con él, o la clase de eventos rituales que debí realizar para llegar a este punto, pero sí. Allí estaba yo en una enorme mesa cenando con Lucifer en persona. El ángel caído, el agraciado hijo de Dios que había ascendido a la presencia del padre solo para perder su gracia y ser condenado al inframundo, desterrado al reverso, a la ausencia de luz, torcido en forma y ser de la imagen y semejanza de su creador. La criatura vil y torcedora de almas puras que en su destierro existe solo para tentar y desterrar a otros de la luz.
Sin embargo allá estaba yo. Sentado frente a el en su enorme comedor. Viéndolo servir vino y ordenando a sus siervos que trajeran el banquete del que ambos fuimos parte.
Portador de una silueta muy delgada, cabello largo hasta los hombros de un color negro como no creo haber visto antes en un hombre y que hasta daba la impresión de tragar la luz a su alrededor,Tez color blanca de aquellas que parecían no haber visto jamás la luz del sol, ojos negros tan intensos como los cabellos, muy profundos y expresivos. De mirada penetrante, casi hipnótica, daba la impresión de estar en una reflexión eterna acerca de algún asunto trascendental.
Al parecer, el señor de las tinieblas es un fanático de las carnes, puesto que tras unos aperitivos de entrada, sus siervos. Hombres blancos como la nieve y de cabello claro, quienes nunca hacían contacto visual con el por cierto. No se si por miedo, respeto o por órdenes de el mismo. Llenaron nuestra mesa de bandejas al tope y suculentas. A continuación se dispusieron a servirnos un exquisito lomo de cerdo en caramelo de Café. Tomamos nuestros cubiertos y procedimos a degustar nuestros paladares.
- Me alegra ser su invitado esta noche. Sin embargo tengo curiosidad ¿Siempre acude a los llamados, o hay algunos que quedan sin respuesta? -
-Jamás acudo a un llamado, los llamados suelen hacerlos personas que ya están corrompidas hasta el tuétano. ¿Qué podría yo agregar a sus miserias? -
-Asume Ud. entonces que en mi vida no hay miserias.-
-¡Oh! Tú no has llamado para nada. No estoy aquí en respuesta a tus plegarias ¿Quién te crees que eres? Estoy aquí porque necesitas una pequeña llama, un poco de luz para encontrar el camino.-
-Le juro que no entiendo nada. Mi vida ha tenido momentos miserables. ¿No le parece una vida lo suficientemente miserable para alguien cuya identidad cósmica desprecia a la humanidad? -
Volvió a su lugar con la cabeza, y miró las palmas de sus manos por un segundo.
-No odio a la humanidad. El egocentrismo del hombre en sí demuestra lo accidental que resulta su propia existencia. Es tan fácil tomar el alma de un hombre corriente. No hay que hacer ningún esfuerzo, casi me avergüenzo de una tarea tan sencilla. Pero tomar el alma de un iluminado siempre agota mis fuerzas. Me pareciera que tengo que descansar una eternidad luego de esto. -
Por un momento sentí que me conocía ya desde hace mucho, y que hasta esperaba esta cena más que yo mismo.
- ¿Quién es el iluminado? -
--Tú por supuesto. Si tan sólo convencer al fuego de su naturaleza fuese fácil, no tendríamos que extinguirlo cuando se sale de control. Dime una cosa: ¿Qué es exactamente la vida para ti?--
Dudé un momento, no quería sonar estúpido, pero finalmente dejé de lado eso y me fue imposible adornar la respuesta.
- Pues al analizar la existencia del hombre hay momentos en que pareciera la nada. Una caída libre. Algo que no tiene razón de estar ahí... Cuando miro las vidas de algunos, pues siento repulsión. Me cuesta digerir el hastío o bien las banalidades en las que se contentan. Bañándose en aguas podridas y estancadas, bebiéndola y extasiándose. Saliendo de la alberca sólo para volver a lanzarse con más fuerza y hundirse más en la porquería.-
--Bueno, aquella desdicha tuya que a mí me causa tanta risa, es precisamente tu alberca inmunda. La que describías como fuente de éxtasis para los perdidos. Pues te sorprenderá que esa misma alberca que tu llenaste con tus lágrimas y tus miserias, otros la llenan con una vida absolutamente sin sentido.No te pasa que cuando lees una novela de terror de poca monta logra darte risa en vez de miedo?-
- Si, me pasa.
-Pues esto no es diferente. El nivel narrativo de estas personas generalmente es tan malo, que me hacen reír a carcajadas. Es muy fácil tomar el alma de uno de estos actores. Puedes meter fácilmente líneas en sus tramas y gobernar sus vidas a tus anchas. Deberías intentarlo, probablemente terminarías adicto como yo.-
Estaba fascinado oyendo las palabras que salían de su boca. Lucifer paró la charla para indicarles a sus siervos que trajeran otro plato sobre la mesa. Esta vez, sería turno de probar un elegante codorniz a la mostaza. Una vez servido, Lucifer invitó a probar bocado mientras seguimos con nuestra conversación.
- ¿Y la lucha? ¿La dualidad? ¿Dónde está el antagonismo eterno que hace de Ud. La criatura más temible y de Dios, el pastor de ovejas?--
--Eso no lo establecimos nosotros. Es parte de la infinita estupidez de estos actores. ¿No lo ves? Ellos están trastornados, y en sus delirios saltan de la alegría al llanto. Se preocupan por cosas que no están allí, y están dispuestos a desperdiciar sus vidas yendo el pos de aire, literalmente, aire. Dios y yo sólo somos dos eternidades que los miran desde afuera, y ellos han decidido que somos lo que somos. --
Se levantó de la silla amablemente, y caminó hacia algunos retratos que se encontraban al fondo del salón. Se detuvo a un costado de estos y poniendo su mano izquierda sobre uno, volvió una mirada aún más amable hacia mí.
- ¿Que ves aquí?--
-- Es un abstracto. En otras palabras, muchas cosas que pueda imaginarme si me concentro bien en las formas que surgen, pero en el fondo, no veo nada.--
Sonrió levemente, y ahora como asestándose a dar el golpe de gracia señaló al retrato a su derecha.
- ¿Y ahora? ¿Qué ves?--
Es el nacimiento de Venus de Boticelli. De hecho una de mis pinturas favoritas.--
¿Tiene más sentido para ti esto que el abstracto?-
- Desde luego que sí. -
¿Cómo lo sabes? -
¿Cómo que como lo sé? Esto es más interesante.-
- ¿Lo abstracto no es interesante?-
- Pues no, a menos que estuviera en algún trance, y aun así quizás sería tedioso.-
- ¿Por qué has dicho esa palabra?-
- Cuál palabra. ¿Tedioso?-
--Si, esa.-
- Ah, pues creo que porque eso es lo que me provoca mirar aquel cuadro. Un tedio enorme.-
Asintió nuevamente con la cabeza, como encajando con mi respuesta y listo para seguir con la lección, Lucifer volvió al comedor donde tomó sus cubiertos y empezó a degustar un delicioso filete de ternera con aderezo de trufas, y exigió inmediatamente que se me trajera a mi también una porción.
--Dios y yo somos la pintura abstracta que acabas de desestimar. No existe ser humano alguno que pueda vernos a los ojos sin sentir el tedio que sentiste tú. Somos la esencia de sus vidas, pero hemos sido rechazados, ambos. Pueden hablar de nosotros, crear instituciones enormes para alabar a Dios y condenarme a mí, pero no soportan estar un minuto ante la presencia de Dios y temen tanto la mía que huyen despavoridos. El hastío los mata, ante dios o ante mí. --
Yo había perdido total interés en probar bocado, solo podía mirarlo fijamente, perdido en sus palabras, solo podía seguir haciendo preguntas.
- ¿Dios y Ud. Son iguales? ¿Semejantes en su Poder o su nivel es superior al suyo?
- No lo sé. A veces creo que soy superior a mi Padre, pero luego en nuestras conversaciones, veo en él una sabiduría distinta de la mía. En él hay algo de empatía por las ilusiones, por encontrar algo mas allá de la realidad que tenemos y en mí por el contrario, hay un total desprecio. El parece, aunque sea en algún nivel, entender a estos patéticos falsificadores. Probablemente por eso su esencia ha logrado identificarse para los hombres como un protector.--
Estaba tan fascinado con toda esta epifanía, que no me percaté que había llegado el momento del postre. Creme Brulle de vainilla. Pensé que al igual como habia ocurrido con otros platillos, Lucifer me acompañaría pero no miró esta vez su Creme Brulle, solo me observó consumir la mía por unos minutos. Me miró y con una sonrisa completamente cálida me dijo:
-- Será mejor que termines tu postre. Ya he terminado y a pesar de lo interesante de tu compañía. Debo retirarme.--
¿Es broma verdad? – Movió la cabeza en señal de negación – Creí que descendería junto a Ud. a las profundidades o me perdería en el sueño eterno. ¡Ahora creo estar más confundido que antes!--
- ¿Qué clase de corruptor sería si te llevara a un dulce descanso? Estarás así el tiempo que te tome asimilar lo que aquí se ha dicho. --
-Todo lo que me ha dicho. ¿Es cierto? --
-Dependerá de ti, si crees que será verdad, pues lo será, por el contrario, si he intentado manipularte, la pregunta sería ¿Lo he logrado entonces? Pero eso será tu problema, después de todo tendrás que seguir viviendo en la alberca que tanto desprecias, pero ahora con un gran parásito en tu cerebro. La duda. Veremos si ese gusano te come por dentro o por el contrario eres inmune. Aunque lo dudo, todos ustedes siempre son consumidos por ese huésped en sus almas.--
--¡Dijiste que estaba iluminado!--
De pronto volvió su vista hacia mí, esta vez con renovada paciencia. Pero aun con tono seco y de muy pocos amigos.
- El ser humano es como la eterna quinceañera que se deja enamorar por el que diga lo mas medianamente poético posible. Estoy aquí porque así debe ser. Es inevitable tanto para mí como para ti. La realidad o falsedad de tu papel en esta narrativa ya me es irrelevante. Pues serás tú quien nos digas a partir de hoy si eres luz, u oscuridad.--
En mi rostro se dibujó una sonrisa nerviosa y extendí mi mano para tomar la de Lucifer.
- Muchas gracias, espero que la próxima vez sea en mi casa--
Devolviendo el amable saludo, estrechó mi mano y rió con un leve gesto en los labios
.- Guardaré una botella de mi mejor vino.--
Dio media vuelta y salió por la puerta como cualquier persona lo haría. Yo parado ahí, sólo en compañía de la tenue luz del comedor, volví los ojos al cuadro abstracto por un momento, salí del salón, y volví hacia las calles. Bajo un hermoso día soleado, caminé por la acera, por primera vez contemplando el camino. Pensando en las extrañas palabras, casi sabias, del señor del infierno. Que se repetían en mi cabeza una y otra vez, fue así que lo supe, el bastardo lo había logrado, me había infectado un virus de por vida, la duda. Me rasqué la cabeza y miré al cielo, totalmente aturdido e intentando conectar con mis pensamientos, me dio la sensación de que Lucifer seguía observándome desde algún punto que ignoraba, y casi podía sentir que su rostro esbozaba esa fría sonrisa burlona que le había mostrado. Sonreía porque había invertido en mí y daba por seguro que le sería rentable. Ufanándose ante su padre de haber corrompido un alma más de los suyos. Pero, ¿Será cierto o se equivocaba? después de todo, hasta el me confesó que la última palabra me correspondía a mí.
Aleister Crowley...