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Noviembre. Un mes entre el geocentrismo, el heliocentrismo y la edad de hielo.


“Miro siempre al sol que se va porque no sé qué se lleva de mí”

Dulce María Loynaz


Y así. Entre lloviznas y aguaceros. Había llegado el mes de noviembre. Parecía tan lejos, tan inaccesible, una calamidad que se veía tan irreal, un espejismo disfrazado de miedo. Real y a la vez tan ilusorio. Nunca en mi vida (Que ya empieza a parecerme cada vez más larga) había sentido la necesidad tan imperiosa de escapar del calendario, de luchar una guerra campal en contra de las manecillas de los relojes en este mundo y de emprender una campaña épica e imposible para detener la traslación de la tierra (O al menos regresarla en un bucle de tiempo más cargado de lentitud) Nunca en mi vida, le había tenido tanto miedo al trimestre final de un año ni recuerdo haberme sentido abrumado por las consecuencias que el capítulo número 11 de este libro iba a depararnos.


Dicen que el ser humano no se percata de la perfección de su mundo hasta que lo ve perdido o transformado en algo más. Y como suele ser de costumbre, la sabiduría popular no se equivocó esta vez. En algún punto de la vida, nos volvemos cómodos, nos sentamos y pensamos que nuestro universo es eterno, inmodificable, inquebrantable. Que está allí para nosotros, y que lo seguirá estando hasta que dejemos ser parte de él. ¡Vaya engaño el que nos hemos hecho a nosotros mismos!


Nos acostumbramos a la salida y puesta del sol. A los intensos amaneceres que nos brindan una ambientación de energía, Así como nos acostumbramos a los hermosos atardeceres, siempre tan cargados de historia, de melancolía a esas pinturas sobre lienzo puestas en nuestro techo celestial. Y en vez de admirarlas continuamente, de tatuarlas en los rincones más profundos del alma, tal cual lo hacía Monet, quién no lo pensaba dos veces para detenerse a contemplar el cielo y su astro rey para plasmarlo en un nuevo retrato. Decidimos ignorarlas, la repetición de la belleza se nos hizo incómoda, tediosa y simplemente se nos volvió algo tan corriente en nuestras vidas, que no ameritaba admiración.


Y en la ingratitud del hombre, se erige siempre su condena. Puesto que cada vez menos estamos ante la presencia de los cielos y el sol de Monet. Ese que inspiró todo un movimiento artístico llamado impresión, y es más común estos días encontrarnos con cielos grises, lúgubres y faltos de vida, de alma, de sonrisas. El mundo tomó a Monet por un loco que prefería vivir con la mente en el cielo que con los pies en la tierra. Los artistas tienen el don de ver la belleza del mundo y su gente cuando nadie las ve, pero la maldición de no poder convencer al universo de que existen y que debemos cambiar nuestra forma de pensar. Quizás por esto siempre me he sentido identificado con los artistas del pasado y presente. Por sentir que a veces soy el único en contemplar la majestuosidad de las cosas pequeñas. O también por el hecho de que la mayoría piense que estoy loco. No sé, creo que un poco de ambas.


El ser humano siempre intentó engañarse subestimando la importancia del sol en su vida. Y es que en su afán de ocultarlo de sí mismo, inventamos el geocentrismo. Sí. Una teoría universal que se volvió ley para muchos en la antigüedad en la que el hombre pensaba que la tierra era el centro del universo y que todo lo que había en el espacio, absolutamente todo lo demás. Incluyendo el sol. Giraba alrededor de ella. Así que inventamos esta creencia y nos funcionó por un tiempo. Hasta que otro “Loco” se atrevió a pensar más de lo permitido.


Ese loco, cuyo nombre era Nicolás Copérnico, Se levantó un día de su asiento y le gritó al mundo su creencia, El heliocentrismo. En la que nos explicaba que era el sol y no la tierra el centro de nuestro sistema. Y que todo, absolutamente todo lo demás que había en el. Incluyendo la tierra giraba a su alrededor.


Copérnico y su heliocentrismo desataron una gran polémica e ira dentro de muchos. Y es que ¿Cómo podía ser el sol el centro de nuestra existencia? Después de todo, el hombre vive en la tierra, crece y muere en ella. Los propios Dioses escogieron este lugar para nosotros. ¿Cómo era medianamente posible que esa reluciente estrella fuese más trascendental que nosotros?


Pese a los muchos años que transcurrieron después en los que Copérnico y sus seguidores fueron insultados, burlados e incluso perseguidos. Al día de hoy sabemos que Copérnico tenía razón. El sol es el centro de nuestro sistema. Tanto así que descubrimos no solo aquello, sino que la vida misma sin él sería simplemente imposible. Descubrimos inclusive que sería de nosotros el día en que no estuviese.


Lamentablemente el sol, como toda estrella eventualmente morirá. Así que nuestro universo algún día tendrá que lidiar con la partida del sol en nuestras vidas. Sin embargo, según cálculos será mucho tiempo después que nosotros, así que descuida (Unos 7 mil años cuando mínimo) Pero a pesar de la lejanía. Sabemos que cuando eso ocurra, el cielo se convertirá en una gran nube oscura, las temperaturas bajarán tanto que comenzará una edad de hielo que congele todo a su paso y de la cual nada sobrevivirá.


Y ahora que has llegado a este punto de esta carta. Quizás te estarás preguntando ¿Por qué me está dando clases de Astronomía? ¿Será que está completamente loco? Pues la respuesta quizá sea una media verdad. Pero mi intención es llegar a ilustrar un punto. Una opinión que llevo conmigo siempre y que debo compartir contigo obligatoriamente.


Con todo este caos por venir, con la incertidumbre de que nos espera mañana y con la melancolía de que nos pasó en días pasados es que me di cuenta de una absoluta verdad. Yo mismo era un imbécil Geocentrista. Durante muchos años, le di tanta importancia y valor a muchas cosas y las hice el centro de mi universo. Funcionaron para mí. Al menos por un tiempo, pero la verdad es que vivía engañado por mí mismo. Tal vez por ignorancia, o quizás mucho más probable sea por miedo. Y cuando descubrí esto, no solo vislumbré lo vació que estaba. Si no lo tarde que había averiguado.


Y es que para el momento en que Copérnico iluminó mi mente no había mucho por hacer. Salvo esta insignificante carta de testimonio. Y es que verás, la sensación indescriptiblemente dolorosa del haber notado. Que si ambos fuésemos parte del universo. Si estuviésemos flotando allá arriba. Sin duda yo sería la tierra y tu el sol. El Heliocentrismo así como en el espacio, también gobierna mi existencia misma.


Lo único que envidio del universo, es que no tendrá que ni siquiera pensar en la ausencia del sol por los próximos 7 mil años. Mientras que yo debo enfrentar una vida sin el mío dentro de unos pocos días. Y si bien aún no te has ido. Si bien aún sigues aquí. Ya puedo notar como el cielo es una nebulosa oscura, y ya puedo empezar a sentirme congelado en mi propia edad de hielo.


Tengo el pánico más enorme de pensar que pueda derrumbarme. De sentirme incompleto permanentemente y de saber que mi mundo se acaba o peor, se transforme en algo más en lo que tú ya no serás parte. Y tal como lo describí anteriormente, al igual que el hombre se arrepiente de no valorar esas pequeñas cosas a su alrededor que hacen de su mundo perfecto. Yo me arrepiento de no haber demostrado lo suficiente lo que valías, lo que vales y lo que valdrás para mí. Igualmente tengo el mismo miedo que Monet. De que nadie más en la vida pueda lograr verte de la misma manera en la que él veía al sol y los cielos. Justo como yo lo hago y seguiré haciendo. Y aún sin ser creyente, rezo para que eso no ocurra y que la vida te arrastre hacia los ojos de otro admirador de Copérnico. A otro artista amante de los pequeños detalles así como Monet. Que supo entregar todo en su vida a favor de su mayor idilio, al que le fue adorador hasta que dejó de respirar.


No importa lo que esté por venir, no importa que tan oscuras se puedan poner las cosas, Tal vez llegues a experimentar momentos donde te sientas sola en tu nuevo hogar, quiero que sepas que eso no es verdad. Yo seré parte de ti a donde quiera que vayas, y jamás ni en la peor de las horas, ni en el más doloroso microsegundo te abandonaré, puesto que no puedo abandonar mi propia vida, que se encuentra directamente enlazada hacia ti.


Al igual que la salida y la puesta del sol, mi primer pensamiento al despertar, así como el último antes de dormir serás tú, tu risa, tus chistes (Buenos y malos) tus gestos de felicidad, de tristeza o rabia. E inclusive tu nariz, esa de la que tanto te quejas sin razón y la cual yo siempre defendí de tus complejos.

En definitiva tú serás el alfa y el omega de los días por venir. Y aunque tengo la sensación de que una vida no me alcanzará para explicarte lo mucho que te quiero, voy a esforzarme lo más que pueda para que tengas una idea al menos de cuánto.


Era una persona completamente diferente a la que te escribe esto en el momento en que te conocí. Suelo tener muy vívido en mi mente el recuerdo de aquel fin de año en que, cualquier creyente del destino diría que fue una jugada maestra. Inmerso en un punto de mi vida cargado de oscuridad, tu fuiste chispas de luz que me recordaron que había algo más, que a diferencia de lo que yo creía, no conocía todo ni a todos de la manera en que presumía hacerlo y que a pesar de estar seguro de que era imposible. Aún podía bajar la guardia. Aún podía dejar entrar a alguien en mi desgastada, frágil y golpeada armadura emocional de la que en un principio me sentía orgulloso. Hasta ese pequeño momento. Ese momento en el que te cruzaste conmigo.


Quiero que sepas que has influido de una manera tremenda en mi vida. A tal punto de querer cambiar cosas de mi propia personalidad solo por ti. Por ti quise ser más maduro, por ti quise ser más empático, por ti quise ser mejor persona. Solamente para que un día me vieras y lejos de verme como aquel extraño y ególatra que conociste ese día, me vieras con orgullo y te dieses cuenta de que cuando digo que mi vida y tu están completamente ligadas una de la otra no lo digo por decir. Sin ser creyente en esas cosas, podría decir que lo más parecido que puede haber a un ángel, de seguro eres tu. Uno destinado a cambiar el sentido de mi existencia por completo y para siempre.


No todas las oscuridades se iluminan por completo. Y yo aún puedo sentir como mi propia oscuridad sigue allí, en algún rincón de mi alma. Pero a diferencia de aquellos días, tu que has sido, eres y serás la antorcha que vino a recordarme la luz, te has encargado de llevarla lejos, de encerrarla y de darme alguna especie de poder con el cual me has hecho sentirme capaz de enfrentarme a ella. (Después de todo, parece que si tienes algo de bruja también)


Te quiero. Como Monet a sus cielos impresionistas. Y te necesito como la tierra necesita de su luz solar. Y esa es una verdad que nada, ni siquiera la extinción de mi universo se podrá llevar con ella. Y por muy tonto que suene, por muy ridículo que parezca. Voy a guardar en algún rincón de mi alma, la esperanza de que algún viernes o sábado de mi vida, me envíes un mensaje diciendo “Estoy aquí. Hablemos”


Cuando era niño y me sentía ansioso, triste o asustado por lo que el futuro me traería. Solía hablar con las estrellas. Otra señal de locura irreparable ¿No crees? Y en mi mente sentía que me respondían “Calma. Todo va a salir bien. Ya verás” Pero para el momento en que decidí escribirte esto. No conseguí ni una estrella en el cielo a la cual hablarle. Estaba solo, Así que me tocará averiguar por mi cuenta que es lo que viene. Supongo que es el precio que se paga por ser adulto. Dejar de hablar con las estrellas…..


Sin importar que año, día o circunstancia de tu vida. Quiero que recuerdes esta carta, con la misma intensidad que yo siempre te voy a recordar. Mas que quererte, te adoro y sí tal vez sea egoísta por querer que la tierra se detenga y que las manecillas de los relojes dejen de correr. Pero eso solo prueba el nivel de devoción que tengo hacia ti. Hubiese querido que tantas cosas fuesen diferentes, hubiese querido tantos finales distintos de este mes, Aunque si hay algo de lo que me he acostumbrado es a que no puedo tener todo en la vida. Sin embargo, créeme que daría todo lo que tengo (Y lo que no) en este momento por solo tres simples aspectos que se han vuelto mis tres pilares fundamentales:


*Por no tener que haber escrito esta carta en forma de despedida.

*Porque te quedaras.

*Por ti.

Dicen que si eres la inspiración de un artista, te conviertes en inmortal. Monet se enamoró del hermoso cielo, su sol y las nubes que nadie parecía notar y de las que el dedicó todo lo que tenía para contemplar. Y entregando su vida a lo que más quiso, le dio eternidad e inmortalidad. El ya no está, pero su amor al cielo quedó para siempre. Yo pretendo ser como Monet y darte todo lo que tenga a ti, que quisiera tener todo el tiempo del mundo para contemplarte, para luego darte mi vida y hacerte inmortal. Y es que, si en algún punto de la narrativa, yo ya no llego a estar presente, mis sentimientos por ti perdurarán. En esta vida, en la siguiente y en todas las que estén por venir. Hasta que el sol se haya ido. Las nubes lleguen y el frió nos de el último abrazo de nuestras vidas.


Multiplícalo por infinito, llévalo hasta el fin de la eternidad y así tendrás una pequeña idea de todo lo que te he confesado a través de este escrito.


Para Stefania



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