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Hoy más que nunca vale la pena luchar por el planeta

El calentamiento global se ha convertido en un tema casi obligatorio en las conversaciones de las personas. Ya sea en el trabajo o con los amigos, nunca falta el comentario sobre lo “impredecible” que es el clima a últimas fechas, como si se tratara de acontecimientos que no tienen relación alguna con nuestras acciones. Porque aunque llueva a cántaros o el calor nos derrita durante el día, nos negamos a admitir que esos “extraños” cambios son la consecuencia de muchos años en los que hemos preferido mirar televisión.

Por fortuna, nuestro planeta no es un canal de televisión del que podemos olvidarnos con sólo oprimir un botón, aunque efectivamente, la solución está en nuestras manos. Lo que ocurra con nuestro planeta dependerá de nuestra disposición para cambiar esos viejos hábitos que en su mayoría son cómodos y absurdos.

El mejor ejemplo es el uso del automóvil. Seamos sinceros, a veces los lugares a los que nos dirigimos no están tan alejados, pero preferimos usar el auto porque es más cómodo. Así, la justificación de seguir emitiendo dióxido de carbono recae en el hecho de que la comodidad con frecuencia no es un hábito muy ecologista.

Los platos y vasos desechables son otro ejemplo de cómo elegimos contaminar el planeta por no querer dedicar unos minutos en la limpieza de nuestros hogares y oficinas. Podemos llegamos a utilizar 1 o 3 vasos en una sola noche, y por supuesto, tampoco falta la persona que quema con su cigarro un vaso limpio para usarlo como cenicero. Así, la contaminación se convierte en una serie de acciones pequeñas, pero inconscientes, que en cadena terminan generando toneladas de basura.

Y qué decir del agua. La inconsciencia con la que seguimos desperdiciando este líquido contrasta con cualquier lógica. Es increíble pero aún existen personas que banalizan el problema con argumentos como:

“No es una fuga de agua, es sólo una gotita que cae, tal vez un día llame al plomero” o “El agua no se va a acabar nunca”.

Lamento mucho contradecir a esas personas, pero la escasez del agua dejó de ser un mito y desde hace muchos años miles de familias sobreviven con 20 litros de agua a la semana.

Pero no se trata de juzgar o de que el mundo nos aplauda por ser cada vez más ecologistas, sino de tener la certeza de que podíamos hacer algo y lo hicimos. Por eso, el día de hoy quisiera compartir una lista de pequeños detalles que hacen una gran diferencia.

Crea en el cambio. El enemigo más grande del planeta es la falsa idea de que no podemos hacer nada para frenar el calentamiento global. Sí podemos. No espere a que el gobierno o su vecino separen la basura y cuiden el agua. A la larga las decisiones individuales generan cambios colectivos.

Elija productos desechables. Es cierto, implica que gastemos un poco más, pero saber que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos tendrán un mundo que disfrutar ¡no tiene precio!.

Coloque una botella de plástico dentro del tanque del retrete. La próxima vez que vaya a tirar esa botellita de medio litro piénselo dos veces. Al poner cualquier objeto dentro del tanque del retrete el volumen aumentará y automáticamente el consumo disminuirá ¡Así de fácil!

¿Distancias cortas? Camine y olvídese del tráfico. Salga y disfrute de todo lo que ocurre en las calles de su ciudad. Su cuerpo será el más beneficiado.

No utilice el elevador para subir al segundo piso. Tal vez el uso de las escaleras le recuerde que últimamente ha fumado demasiado, pero tanto su cuerpo como el planeta le agradecerán por el esfuerzo.

Mi última recomendación es que sonrían con más frecuencia y disfruten de toda la belleza que nos ofrece este hermoso planeta en el que vivimos. Espero que estos consejos les resulten prácticos.


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